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"¡Deja que lo hagan!"

Por Eric Pallarés, CTO de BCN3D

Miguel de Unamuno, filósofo y escritor de la Generación del 98, y una de las figuras españolas más ilustres del siglo XX, pone en un cierto ensayo: "Inventa, pues, ellos y nosotros aprovecharemos sus inventos. Bueno, confío y espero que se convenza, como yo, de que la luz eléctrica brilla tanto aquí como allí donde se inventó.

Con estas famosas palabras Unamuno retrató el modo de vida español, que durante siglos ha denigrado la ciencia y la tecnología, olvidando que el valor de generar conocimiento va mucho más allá del simple disfrute de los avances científicos y tecnológicos.

En muchos países, la industria pasó de ser el motor del progreso a quedar relegada, año tras año, a los servicios. Hemos dado prioridad a los bajos costos de los objetos manufacturados en el otro lado del mundo, pero hemos olvidado que tener un fuerte tejido industrial proporciona valiosos intangibles... No en vano las economías con un fuerte componente industrial han sido más resistentes frente a las recientes crisis económicas.

La tragedia de la pandemia COVID-19 no ha hecho más que reforzar esta observación. Ante la escasez mundial de productos de primera necesidad, como el equipo de protección para los profesionales de la salud o los respiradores para los enfermos en los hospitales, cientos de miles de personas anónimas han enfermado o muerto, ante la impotencia de los Estados. Ir al mercado en busca de máscaras, pruebas de diagnóstico o respiradores ha sido frustrante. "Dejar que lo logren" ha demostrado ser una estrategia fallida, insostenible a largo plazo.

Sin embargo, ante tal pico de demanda, ha surgido una tecnología capaz de dar respuestas rápidas y eficientes, de manera local y descentralizada: La impresión en 3D. A diferencia de las tecnologías de fabricación tradicionales, que suelen basarse en la sustracción o la transformación del material, la impresión en 3D, también llamada fabricación aditiva, consiste en la contribución capa por capa del material de construcción. Por consiguiente, la impresión en 3D permite una fabricación flexible de los objetos, sin necesidad de invertir en moldes o herramientas, sin grandes inversiones iniciales ni grandes instalaciones industriales.

Aunque su capacidad de producción todavía no puede competir con las tecnologías tradicionales, como la inyección de plástico, permite la democratización de la capacidad de producción. Existen tecnologías de impresión, como la FFF (fabricación de filamentos fundidos) que permite a los hospitales fabricar decenas de EPI en sólo 24 horas con gran calidad. O incluso los particulares pueden tener su impresora 3D en su escritorio en casa y fabricar piezas que, como hemos visto en los últimos meses, pueden salvar vidas o preservar la salud de nuestros trabajadores sanitarios.

Todavía hay un gran margen de mejora en la impresión 3D. A nivel tecnológico debemos seguir trabajando para mejorar la productividad del equipo, los materiales compatibles o las propiedades de la pieza final. Los organismos reguladores también deben adaptarse a esta nueva realidad industrial y tecnológica. Pero no cabe duda de que la impresión 3D, en su conjunto, ha salido fortalecida de la crisis sanitaria provocada por la COVID-19. Y lo más probable es que sea una
más jugador en la batalla por la recuperación económica. La industria debe fortalecerse, ser competitiva y generar valor; los Estados deben ser capaces de abastecerse ante los repuntes esperados; y las empresas deben ser ágiles, flexibles y menos dependientes del mundo exterior. La tecnología de impresión en 3D se reforzará después de la crisis de Covid-19. No se trata de una moda pasajera, sino de un actor clave en el cambio industrial que se avecina.

www.bcn3d.com

 

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