Moritz Lehmkuhl, fundador y director general de ClimatePartner:
Aunque muchas empresas ya están involucradas en la protección del clima, la mayoría todavía está lejos de ser verdaderamente sostenible y neutral para el clima.
Y sin embargo: ClimatePartner ve una creciente conciencia de la importancia del tema, tanto entre los consumidores como en la industria. Si ahora en el Bundestag se habla de la introducción de un marcado obligatorio de la huella de CO2 con los alimentos, se aplica para considerar los siguientes aspectos, que hasta ahora se mantenían en segundo plano:
La discusión sobre la huella de CO2 de un producto debe abarcar varios actores. Por regla general, son los productores de alimentos, los productores de envases, los minoristas y, finalmente, los consumidores, los que pueden tener una influencia directa en la huella de CO2 de un producto: Cómo se produjo o qué materias primas se utilizaron, cómo se empaqueta, qué requisitos tiene el comercio minorista de alimentos para un producto y cómo, cuándo y dónde el consumidor decide finalmente comprar el producto.
En el caso de los alimentos, las áreas de transporte, logística y embalaje son particularmente importantes. En este último caso, se puede ahorrar hasta un 80 por ciento de las emisiones si se elige un papel de baja emisión para el cartón. Sólo aquí, la diferencia puede ser de entre 300 kg y 1,5 toneladas de CO2 por tonelada de papel.
Los productos regionales sólo son buenos para el clima mientras se consuman regionalmente. Si un litro de leche producida en el sur de Baviera se bebe localmente, tiene una huella de CO2 significativamente menor que si la leche se bebió en Hamburgo y ha sido transportada 800 km. En este sentido, es difícil implementar una declaración uniforme sobre el valor de CO2 de la leche.
Sobre todo, el etiquetado de los productos debe ser claro y transparente para dar certeza a los consumidores. La mera indicación de la cantidad de CO2 por producto es de poca ayuda aquí, ya que los consumidores carecen de los medios para clasificar las proporciones. También implica un valor guía absoluto de CO2 y, por consiguiente, una comparabilidad de los productos, que no puede existir en esta forma. Esto se debe a que las normas actuales dejan a las empresas la libertad de establecer los límites del sistema para calcular las emisiones de forma individual para cada producto. En cambio, sería útil tener información que tenga en cuenta el manejo general de las emisiones de CO2 de la compañía en la producción y las ventas.
En ClimatePartner tenemos experiencia en el etiquetado de una amplia variedad de alimentos, desde frutas y verduras hasta productos lácteos, productos de panadería y embutidos, alimentos procesados y bebidas. La reacción de las respectivas empresas es clara: la inequívoca etiqueta de neutralidad climática con su número de identificación individual, la información depositada de forma transparente sobre el alcance y el valor de las emisiones de CO2 compensadas y los proyectos de protección climática que apoya es una característica importante con la que se pueden posicionar los productos y que proporciona al consumidor claridad y seguridad en su decisión. Si el etiquetado del CO2 se hiciera obligatorio para los productos alimenticios, tal nivel de transparencia y claridad sería ciertamente deseable.
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